miércoles, 9 de marzo de 2011

Curso intensivo de cubanismos de otra época para no cubanos.

Para una persona que nunca haya conocido un cubano sería lógico pensar que por ser Cuba la primera colonia española del continente, y también la última, nuestro país sería el lugar donde mejor se hablara el idioma español en el continente americano. Craso error. Si de algo debemos nosotros sentirnos orgullosos es de la forma en que lo viramos todo al revés en nuestro idioma, del desastre que hacemos con los nombres y verbos, de como aspiramos las "eses", de como nos comemos los finales de palabras. En fin, de como nos hacemos ininteligibles en ocasiones para otros hispano parlantes. Algo de lo que yo mismo no puedo desprenderme (ni quiero, pa´ ser honesto).

Lo que ha sucedido con los nombres propios, por ejemplo, es asombroso. En Cuba, como en todos los países, hay familias longevas, de esas en las que cuatro y hasta cinco generaciones han coincidido en el tiempo. Recuerdo una de ellas de hace ya muchos años, de mediados del siglo pasado.

El cabeza de familia era un buen señor, ya nonagenario, que todos conocían por Cuco. Su esposa, que tambiern rondaba los noventa, era Yoya. Cuco y Yoya tuvieron tres hijos, dos hembras y un varón que en esa època andaban por los sesenta y piá. La mayor, Fefa, se casó con un señor al que todos le decían Virilo. El varón, Ñelo, se casó con Moña. Y la menor de los hermanos, Nene, se quedó solterona. Bajo cuerda se comentaba que la vieja Nene era lesbiana, porque tenía modales algo masculinos y siempre andaba con una amiga, viejancona y machorra también como ella, que le decían Fita.

Fefa y Virilo tuvieron dos hijos varones, Cotiro y Paíto, cuarentones ambos. Ñelo y Moña tuvieron sólo una hija, Toti, que también andaba por su cuarta década. Cotiro, se empató con una mujer mayor que él que todo el mundo conocía como la Catalana, se metió a chiva en época de Batista y cumplió después quice años de cárcel. No tuvo hijos. Paíto se fue del país al principio de la revolución con su mujer, Pucha, y su hija adolescente, Nena. Toti se casó con unn guajiro al que llamaban Bejuco y tuvo dos hijos varones, tambiérn adolescentes en ese tiempo, Wicho y el Flaco.

Después perdí el contacto con ellos. Pero en mi repuñetera vida pude saber cuales eran los verdaderos nombres de esa gente.

Los nombres comunes y los verbos no tuvieron mejor destino. Tal vez muchos no cubanos ignoran que en Cuba nunca hubo automóviles, o autos o carros, como le dicen en todo el mundo. Allá sólo había máquinas, que en un argot más marginal aún se denominaban latas. Y si eran de esos vehíclos descapotables, convertibles, eran latas sin tapa. Un sombrero era un cagua, un saco de vestir, un fardo o un McFarlane. Un pantalón era una gabardina, aunque fuera de otro tejido. Lo zapatos eran tacos. Y la ropa en genral era la coba, ir cobeao era ir bien vestido. El pelo era la teja y el moñito que se usaba encima de la frente era la mota o el tupé. La cara era la jeta, los ojos eran socairos, los veinticinco (por el número de la charada), o los faroles. La lengua era la sinhueso. El vientre era la caja del pan. Un hermoso trasero era un famba o fambán, los dientes, la cajetilla y los pies eran entomiñones.

Los padres eran los puros. Un mujer, especialmente si era joven, era un pollo o una jeva y si era liviana, de cascos ligeros, una guaricandilla. Un jovencito era un pepillo y un tipo gracioso, pícaro, dicharachero y enamorado, un chuchero. Una mujer muy hermosa era un monstruo o una bestia. Un tipo inteligente era un salvaje. A la mujer que uno amaba le podía decir "mi negrita" aunque fuera blanca, y se derretía, pero si alguien le decía "blanquita", se ofendía.

Una fiesta era un güiro. Una mentira era un paquete o una guayaba. Un alarde era un papití. Nunca en toda la historia republicana se conoció un caso donde un cubano hiciera el ridículo, nosotros hacíamos papelazos nada más. Tomar una taza de café era echarse un sagualetazo de gallardó y después uno no se fumaba un cigarro, sino se echaba un prajo. Nadie comía en Cuba, la gente jamaba, iriaba o le metía a la chaucha. Tampoco trabajaba, sino que curralaba o pinchaba. Un narizón podía ser un ñato. La policía era la jara o la fiana. Un viejo o una vieja eran tembas. Ningún cubano se moría, la gente, para abandonar este mundo, estiraban la pata, cantaban el manicero o guindaban el piojo. Y para enredar más la pita a los genitales masculinos le llamábamos vulgarmente por un nombre femenino y a los genitales femeninos por un nombre masculino.

En Cuba tampoco hubo jamás tontos, lo que teníamos eran guanajos, socotrocos, tronco´e yucas y habitantes. Un tipo bruto era un boniato. La locura era un tueste o un quimbe y un loco era un tostao o un quimbao. Cuando una discusión se tornaba violenta, nadie se liaba a golpes, en su lugar se entraban a gaznatones. Un zopapo era un golpe algo más suave, usualmente no dejaba lesiones. Una galúa era un golpe por sorpresa, los mismo que un gaznatón, pero sin avisar. . Cuando el golpe era con la mano abierta, de refilón y por la cabeza o moropo o güiro, era un yiti. Esta técnica era muy usada por los niños, que entre paréntesis, no eran niños, sino fiñes, chamas, mocosos, chamitas (si eran muy pequeños) o culicagaos. Un revólver o una pistola era un yerro, una fuca o un cohete y andar con ella al cinto o llevar una botella de ron era estar ensillao. El dinero era guano. En el dominó la gente no ganaba, se pegaba. Nunca jamás un cubano se burló de otro, lo que hacía era correrle una máquina, cogerlo pa´l trajín o vacilarlo.

Los que más sufrían con estos giros del idioma eran los homosexuales. Les llamaban desde mariquitas, pájaros, patos, gansos, pargos y chernas, hasta cundangos. Cuando uno ligaba una mujer, uno no se acostaba con ella, uno se la bailaba.

Por otro lado los cubanos nunca hemos sido muy amantes de la teoría, simplemente vamos directo a la práctica. Por eso nunca hemos entendido ese cuento de los pajaritos y las abejitas con los que los americanos le explican a los niños pequeños el tema del sexo. Cuando un chamita preguntaba en Cuba sobre el sexo usualmente se ganaba un gaznatón para que se callara la boca. Entonce, cuando el fiñe contaba con 14 ó 15 años y se le revolvían las hormonas, el padre lo llevaba a un burdel para que una prostituta de experiencia le enseñara los secretos del colchón. Después de todo no hay nada como la práctica.

Por ahora se me acabó el tiempo, así que me piro... digo, me voy.

5 comentarios:

Sikyud dijo...

¡Te botaste! Siempre se aprende algo nuevo.

Buen curso, no solamente para no cubanos, muchos de los que mencionas, yo no los sabía.

Cartagena dijo...

Esa familia que comenta Albatros eran los parientes mis de Pinar del Rio. jejejeje

Hurricane dijo...

Buenisimo, Blue!
Lo único que reconozco que se usa, también, por aquí es "estirar la pata". Muy interesante...

Bluealbatross dijo...

Sin embargo, Hurricane, hay que reconocer que ustedes los argentinos tienen lo mejor de los dos mundos. Su español es excelente y también son los reyes del disparate con el lunfardo... ¿tocier...?

Hurricane dijo...

Tocier. :)
Yo, de lunfardo no conozco demasiado pero que es enrevesado, lo es.
Reconocí el "estirar la pata" como común a éste y a los cubanismos.